Desde que somos niños estamos más acostumbrados a que nos digan aquello que hemos hecho mal que aquello que hemos hecho bien. Sin embargo, la realidad es que la vida es mucho más gratificante cuando aprendemos a valorar a aquellos que nos rodean. Existen personas que reciben mejor o peor los elogios pero la realidad es que existe algo magnífico que se llama asertividad. Si no sabes qué decir cuando valoran tu talento, tu creatividad, tu paciencia o cualquier otra cualidad de tu personalidad entonces di sencillamente gracias.
Es curioso cómo algo tan fácil puede llegar a resultar tan difícil a personas que tienen baja autoestima, o también, a aquellos que están más acostumbrados a dar que a recibir, o simplemente, a quien tal vez, no se ha acostumbrado a recibir críticas positivas.
Merece la pena hacer el esfuerzo de recibir con la actitud adecuada el cariño que nos dan los demás incluso dentro del contexto laboral porque si fuésemos capaces de valorar el esfuerzo interior que tal vez tuvo que hacer una persona por superar su timidez y decirle algo bueno a otra, entonces, nos pondríamos más en su lugar y veríamos que no habla por hablar. En cambio, cuando respondemos quitando importancia a aquello que nos ha dicho le podemos hacer sentir como si su iniciativa no hubiese valido la pena.
Recuerdo que la primera gran lección que aprendí cuando llegué a la universidad es esa. La de admirar el trabajo de los demás, antes que criticarlo. Prácticamente, ningún alumno es consciente del trabajo que implica dar clases hasta que no eres tú quién debes asumir ese reto. En ese momento, te das cuenta de la fortaleza emocional que implica hablar en público, de las expectativas que se crean en una clase, de la generosidad que tiene un profesor que intenta ayudar a sus alumnos. Pongo el ejemplo de la docencia porque es claro y gráfico, pero por supuesto, es extensible a cualquier ámbito.
Imagen: El Baúl Mágico